La fertilización química (Revolución Verde) ha sido fundamental para el aumento de la productividad agrícola en los últimos 60 años; maíz (157%), arroz (109%) y trigo (25%). Sin embargo, su uso descontrolado y excesivo ha generado un creciente debate sobre su sostenibilidad a largo plazo, este es el aspecto cuestionable de la agricultura moderna.
Los impactos negativos al medio ambiente, ecosistemas y el suelo por la aplicación de fertilizantes químicos están bien documentados. Adicionalmente, en suelos degradados y poco fértiles, su aplicación es ineficiente, lo que genera grandes pérdidas económicas para los agricultores.
De la totalidad de fertilizante nitrogenado aplicado a un cultivo las plantas absorben sólo una fracción aproximadamente entre un 50% a un 70% (dependiendo también de las características físicas y químicas del suelo). El resto del fertilizante aplicado se pierde por diversos procesos.
Lixiviación (hasta el 40%): El nitrógeno se “lava” del suelo y este es arrastrado por el agua, contaminando ríos, lagos, lagunas, entre otros ecosistemas acuáticos. Un exceso de nitrógeno y otros nutrientes en ecosistemas acuáticos provoca eutrofización.
Volatilización (hasta el 30%) y Desnitrificación (5% al 35%): El nitrógeno (nitratos) es transformado, principalmente por bacterias (en ciertas condiciones biológicas), en compuestos gaseosos, como el óxido nitroso, que es el tercer gas de efecto invernadero más problemático, después del dióxido de carbono y el metano, ya que se asocia a la destrucción del ozono estratosférico.
En el caso del fósforo, aplicado como fosfatos, la situación es aún más crítica. Su asimilación ronda apenas el 0.1%, mientras que entre el 75% y el 85% reacciona en el suelo con elementos como el calcio (Ca), manganeso (Mn), aluminio (Al) y hierro (Fe), formando precipitados (amarre en el suelo) que no son disponibles para las plantas. Una vez precipitado, el fósforo no asimilable puede perderse por lixiviación en un rango del 2% al 5%, de igual manera que ocurre con el nitrógeno, este es arrastrado a ríos, lagos, lagunas y otros ecosistemas acuático, que en altas concentraciones provoca eutrofización.
Cada vez que un productor agrícola fertiliza un cultivo, una parte significativa de su inversión se pierde en el aire, el agua o el suelo, sin generar ningún beneficio para las plantas. Esto se traduce en pérdidas económicas directas que impactan negativamente en la rentabilidad del negocio.
Adicionalmente la acidificación, pérdida de la estructura y la pérdida de la fertilidad de los suelos genera un impacto negativo directo en la rentabilidad y productividad del cultivo, se incrementarán los costos de producción por el empleo de mayor cantidad de nitrógeno, fósforo así como otros nutrimentos necesarios.
Las consecuencias de este desequilibrio nos afectará a todos por diversas razones:
Disminución del valor nutricional: Los alimentos con un balance inadecuado de nutrientes pierden valor nutricional, afectando la salud de las personas que los consumen
Degradación del suelo: Menos superficie para cultivar significa menos cantidad de alimentos.
Contaminación ambiental: También afecta directamente la calidad y seguridad del alimento. Por ejemplo: alimentos contaminados con metales pesados, químicos y bacterias patógenas.
Es urgente replantear el modelo agrícola actual y buscar alternativas más sostenibles que no comprometan la salud del planeta ni del ser humano. La agricultura debe ser una actividad que permita la producción suficiente de alimentos a largo plazo, que sean seguros, nutritivos y, para aquellos que se dedican a la actividad, rentables.
La agricultura alternativa y el uso de biofertilizantes formulados con cepas bacterianas altamente especializadas para cada cultivo son algunas de las opciones que pueden contribuir a una agricultura más responsable, eficiente y rentable.
Es momento de tomar conciencia del impacto negativo que hemos generado desde la agricultura a nuestros ecosistemas, aunque la fertilización química actualmente ya es un proceso ineficiente, es urgente adoptar y hacer uso de tecnologías de nueva generación para sustituir el uso de químicos y así poder lograr la rentabilidad agrícola, el cuidado del medio ambiente y garantizar la producción de alimentos que sean de calidad y seguros para su consumo.
En GenSoil, somos especialistas en agrobiotecnologías sostenibles y rentables. Contamos con colecciones especializadas de cepas bacterianas pobióticas y promotoras del crecimiento vegetal para optimizar el uso de fertilizantes químicos, hacer más rentable y sostenible la producción agrícola. Contamos con un equipo de expertos que te ayudará a identificar e implementar las soluciones más adecuadas para tu cultivo.
¡Juntos podemos construir una agricultura más sostenible y rentable!
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